Técnicos de Balcarce señalaron que dos tercios de los suelos pampeanos presentan valores medios a bajos de este micronutriente y plantearon estrategias de reposición para sostener los rindes.
Durante décadas, la estrategia de fertilización en los suelos de la región pampeana estuvo centrada en los macronutrientes esenciales: nitrógeno, fósforo y, en menor medida, azufre.
Ese esquema permitió sostener altos rendimientos, pero también dejó en segundo plano a los micronutrientes.
Los datos surgen de un relevamiento realizado por la Unidad Integrada Balcarce —conformada por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el Instituto de Innovación para la Producción Agropecuaria y el Desarrollo Sostenible del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP)—, que detectó una disminución sostenida de los niveles de zinc en los suelos.
Según el análisis, un 33% de los lotes estudiados presenta concentraciones inferiores a 0,80 partes por millón (ppm), un umbral considerado crítico para el normal desarrollo de los cultivos.
Un micronutriente clave que quedó fuera del radar
“Hoy el zinc comienza a mostrar señales de deficiencia en suelos donde históricamente no representaba una limitante. Este escenario obliga a repensar las estrategias de diagnóstico y manejo para evitar pérdidas económicas y nutricionales en los cultivos”, explicó Hernán Sainz Rozas, especialista en fertilidad de suelos del INTA Balcarce.
Las consecuencias del déficit ya se hacen notar: los ensayos muestran que cuando los niveles de zinc son bajos, el trigo y la cebada pueden sufrir pérdidas de rendimiento de entre 5% y 15% si no se aplican correctivos. “Un suelo con 0,75 ppm de Zn y un objetivo de 7000 kilos por hectárea puede perder hasta 840 kilos por hectárea. Ese valor excede ampliamente el costo de la fertilización, que ronda entre US$18 y US$20 por hectárea”, detalló Sainz Rozas.
Frente a este escenario, desde el INTA recomendaron realizar análisis preventivos para anticipar deficiencias y planificar estrategias de reposición. “El método más confiable es la determinación de zinc extractable en muestras tomadas a 20 centímetros de profundidad, preferentemente en presiembra”, señaló Pablo Barbieri, también técnico del INTA Balcarce, quien advirtió que la alta variabilidad espacial del micronutriente exige entre 25 y 35 submuestras por lote.
La fertilización puede realizarse de distintas formas: con mezclas sólidas, líquidos, tratamiento de semillas o aplicaciones foliares. Una práctica que gana espacio es combinar zinc con fósforo en fertilizantes compuestos o recubrir el fosfatado con formulaciones líquidas que contengan zinc. “Esto mejora la distribución del micronutriente y permite una absorción más eficiente”, añadió Barbieri.
El laboratorio de suelos del INTA Balcarce advirtió que cerca del 66% de los suelos pampeanos ya exhiben niveles medios a bajos de zinc, un fenómeno que antes era típico del norte pero que ahora se observa también en el sur bonaerense. Para los especialistas, invertir en diagnóstico y reposición permitirá frenar esta tendencia y proteger una región clave para el trigo y la cebada del país.
fuente:tn
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