Investigadores argentinos detectaron en Tandil un biotipo de nabo silvestre con resistencia comprobada a flurocloridona. Es el primer caso de este tipo a nivel mundial y se suma a una lista creciente de malezas resistentes.
El sudeste bonaerense vuelve a estar en el foco de las preocupaciones del agro. Un biotipo de Brassica rapa L., más conocido como nabo silvestre, fue confirmado como resistente al herbicida flurocloridona, un hallazgo inédito a nivel mundial. El caso, documentado por investigadores argentinos, implica un cuarto mecanismo de acción comprometido en esta especie.
La flurocloridona es un herbicida residual aplicado en preemergencia, utilizado especialmente en cultivos como trigo, cebada, girasol y maíz. Su modo de acción, poco común y de baja propensión al desarrollo de resistencia, lo había convertido en una herramienta clave frente a la proliferación de malezas con resistencia múltiple. Pero ahora, este biotipo pone en duda su eficacia futura.
Según datos de la Red de Manejo de Plagas (REM) de AAPRESID, el problema con los nabos resistentes ha ido en aumento entre 2019 y 2023. El 100% de los partidos del centro y sudeste bonaerense presentan biotipos resistentes a glifosato, inhibidores de la ALS y 2,4-D. El uso masivo y sostenido de flurocloridona en esta región parece haber contribuido a este nuevo fenómeno.
La investigación fue llevada adelante por Víctor Juan, Lucía Ledesma y Federico Núñez Fré, quienes realizaron ensayos de dosis respuesta en el invernadero de la Facultad de Agronomía de la UNICEN. Utilizaron semillas recolectadas en dos localidades con distinto historial de uso del herbicida: Tandil, con aplicaciones anuales durante ocho años, y Olavarría, con solo dos aplicaciones en ese mismo período.
El primer caso mundial de resistencia a flurocloridona
Los resultados fueron contundentes. Mientras que el biotipo de Olavarría mostró sensibilidad con dosis bajas, el de Tandil presentó alta supervivencia incluso a la dosis de marbete (1X). De hecho, con esa concentración, el 45% de las plantas sobrevivieron, alcanzaron estado reproductivo y dejaron descendencia viable y resistente.
Se calculó un índice de resistencia (IR) de 6, lo que indica que se necesita seis veces más herbicida para controlar al biotipo de Tandil que al de Olavarría. Esto marca la confirmación de resistencia efectiva al herbicida, sumando a Brassica rapa L. un cuarto mecanismo de acción comprometido y convirtiéndose en el primer caso reportado en el mundo con esta característica.
Este hallazgo convierte al biotipo en el número 49 de malezas resistentes registradas en Argentina. Además, amplía el espectro de sitios de acción comprometidos, una situación que preocupa por su impacto directo en la eficacia del control químico en lotes productivos clave del país.
La resistencia múltiple no solo complica la rotación de herbicidas sino que amenaza la sustentabilidad del manejo agrícola en regiones dominadas por siembra directa. A largo plazo, podría impactar sobre los rindes y aumentar los costos de producción por la necesidad de estrategias más complejas y costosas.
Desde AAPRESID advierten que este caso debe interpretarse como una señal de alerta. “Es momento de repensar el manejo de malezas, especialmente crucíferas, en zonas de alta presión”, remarcaron en el informe difundido. Las estrategias deben ir más allá del control químico para incluir herramientas agronómicas y mecánicas.
Momento de repensar el manejo
Frente a este escenario, los especialistas recomiendan un enfoque de Manejo Integrado de Malezas (MIM). Este debe incluir la rotación de cultivos, la alternancia de herbicidas con diferentes mecanismos de acción y la combinación de tácticas preventivas y correctivas en el lote.
También se destacan medidas como el monitoreo constante, la detección temprana de fallas de control y la implementación de prácticas culturales que dificulten el desarrollo de nuevas resistencias, como el aumento de densidad de siembra o la utilización de cultivos de cobertura.
La resistencia confirmada a flurocloridona marca un punto de inflexión. Aunque por ahora se circunscribe al sudeste de Buenos Aires, representa una amenaza latente para otras regiones productivas si no se actúa a tiempo. El desafío para el agro argentino será evitar que este caso se multiplique y comprometa aún más las herramientas disponibles para el control de malezas.
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