El titular de la cabaña Fortín Quieto celebró el éxito de su último remate, defendió el potencial de la ganadería en el país y pidió políticas estables. “Ojalá algún día todo el empresariado haga lo mismo que hacemos los ganaderos: competimos aun en momentos difíciles”, aseveró.
El pasado 28 de agosto, la cabaña Fortín Quieto de Pasteur, Buenos Aires, volvió a brillar con un remate que dejó más que conformes a organizadores y compradores.
Bajo el martillo de Sáenz Valiente, Bullrich y Cía salieron a venta más de 100 toros y más de 250 vaquillonas de las razas Angus y Limangus, que sumaron más de 300 reproductores ofrecidos.
“Fue una experiencia muy positiva, con mucha gente y muy buenos valores para el momento que estamos atravesando”, resumió Julio César Gutiérrez, dueño del establecimiento “La Leonor”, donde tuvo lugar el encuentro de productores, quienes persiguen la intención de renovar sus rodeos a pesar de la situación económica.
Los números respaldan su satisfacción: los toros Limangus Puro de Pedigree se pagaron en promedio $12.5 millones, mientras que los restantes Angus y Limangus promediaron $5.3 millones. En hembras, las vaquillonas Limangus rondaron los $3 millones, las paridas alcanzaron los $4.2 millones y las Angus promediaron $2.4 millones.
“Representan un buen valor en función de la realidad de hoy. Vamos a seguir en esta línea con ambas razas porque consideramos que debemos aportar a la buena genética para cubrir las necesidades de los productores argentinos que, a pesar de todo, siguen invirtiendo”, aseguró en diálogo con Infocampo.
EL CRECIMIENTO DEL LIMANGUS
En la entrevista, Gutiérrez se detuvo en el aporte de la raza Limangus, que incorporó en 2018 a la tradicional Angus de la cabaña, la especie que comenzó produciendo en sus inicios.
“El Limangus ofrece cuartos traseros y lomo excelentes, menos engrasamiento y una distribución de grasa más justa. Eso permite novillos de 350 a 480 kilos sin exceso de grasa y con un rinde de carne entre un 10 y 15% mayor”, explicó.
Para el criador, la raza es “ideal para cruzamiento” y un aliado económico para los productores comerciales. “El que prueba, vuelve. El resultado es una mejor calidad de carne y un beneficio económico superior”, destacó.
Se trata de una raza que está ingresando con fuerza en una zona clásica del país. Es que el Limangus comienza a poblar la provincia de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y La Pampa, y está generando una revolución en territorios como Entre Ríos.
GANADERÍA ARGENTINA: OPORTUNIDAD Y LÍMITES
Más allá del éxito de su remate, Gutiérrez no esquivó la mirada crítica sobre la actualidad del sector. “Este no es el techo de la ganadería argentina. Tenemos un gran momento en materia de precios y una gran oportunidad a nivel mundial. Argentina produce carne gourmet, no carne industrial como Brasil”, señaló.
Pero advirtió que esa potencialidad se frena por la inestabilidad política. “El desafío principal lo tiene el gobierno. Necesitamos políticas de Estado estables que nos permitan programar. La ganadería requiere tiempo, y con políticas erráticas no podemos producir el novillo pesado de 500 kilos que demanda el mundo”, remarcó.
En ese punto recordó que “hubo políticas destructivas que nos hicieron perder 10 millones de cabezas de ganado” y que hoy el país aún paga las consecuencias, haciendo una clara alusión a los tiempos del kirchnerismo.
COMPETENCIA Y CLIENTES: LA CLAVE DEL FUTURO
El cabañero también opinó sobre el crecimiento de remates y el boom de la raza Angus. “Hay un amesetamiento, porque se triplicaron los remates en 24 años. Es un mercado muy competitivo, lo que nos obliga a mejorar todo el tiempo: genética, servicio y relación con los clientes”, señaló.
Y subrayó el eje de su estrategia: “La clave es qué quiere el cliente. Hay que mantener un vínculo permanente, saber qué busca y si está satisfecho con lo que se lleva. Esa relación es la que garantiza la supervivencia de una cabaña”.
DE LOS CÓDIGOS A LOS CORRALES
La historia de Julio César Gutiérrez tiene un recorrido singular. Nació en Martínez de Hoz, en el partido de Lincoln, y de chico acompañaba a su padre, “Don Julio”, a los remates de la zona. Allí aprendió la pasión por la ganadería y el valor de la palabra.
Sin embargo, primero eligió otro camino: estudió abogacía en Buenos Aires y ejerció la profesión en su pueblo natal. Paralelamente, se vinculó a la industria del cable, donde desarrolló una carrera empresaria. Pero el llamado del campo nunca se apagó.
“Cada peso que ahorraba lo invertía en la ganadería”, confiesa. Hasta que en 2003 tomó la decisión de dejar su actividad anterior y dedicarse de lleno al agro. Hoy maneja 12.000 hectáreas distribuidas en Cañuelas, Roberts, Fortín Vigilancia y, sobre todo, Pasteur, donde está la estancia La Leonor, epicentro de Fortín Quieto.
fuente:infocampo
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