La ganadería argentina muestra signos de recuperación y expectativas favorables, aunque especialistas advierten que un verdadero “boom ganadero” dependerá primero de un crecimiento sostenido de la base forrajera.
El escenario para la ganadería argentina combina luces y sombras. A pesar de la reducción del stock bovino, los buenos precios externos, la estabilidad en indicadores productivos y la expectativa de una mayor demanda interna y de exportación proyectan que en un plazo no muy largo podría iniciarse una fase de retención de vientres.
De acuerdo con los últimos datos de 2024, el 72,5% de los establecimientos ganaderos que poseen hasta 250 cabezas concentran apenas el 20% del stock total. En contraposición, un 5,6% de los establecimientos con más de 1000 animales agrupan cerca del 42% de la hacienda, mientras que el 38% restante se encuentra en establecimientos medianos, de entre 251 y 1000 cabezas.
Entre 2012 y 2024, el stock total se redujo apenas un 1%, aunque la cantidad de establecimientos cayó un 21%. Los más afectados fueron los pequeños productores, con menos de 250 cabezas, donde la reducción fue del 29% en el número de establecimientos y del 38% en el volumen de bovinos.
En contraste, los establecimientos más grandes crecieron en número un 23% y aumentaron un 19% su participación en el stock total. De este modo, la ganadería se orienta a una mayor concentración en unidades de mayor escala.
Los promedios históricos muestran cierta estabilidad: el stock ganadero se ubicó en torno a los 53,7 millones de cabezas, con una faena media de 12,8 millones por año. Los últimos dos ejercicios estuvieron por encima de esa media, lo que confirma la presión sobre el rodeo.
Otro dato clave es la mejora en los índices de productividad. La relación terneros/vaca alcanzó 0,66, por encima del promedio de 0,63, y la tasa de extracción trepó al 26%. En paralelo, el peso de la res se mantiene estable en 227 kilos, con una tendencia creciente por el encarecimiento de la invernada.
En términos de precios, el novillo mostró en 2021 su mejor valor real de la serie, y en marzo de 2022 tocó el máximo histórico equivalente a 3610 pesos de julio 2025. En dólares, el promedio anual de la serie es de 1,72 u$s/kg, con picos en 2016 y caídas en 2020.
Escenario y perspectivas
La relación de precios entre novillo, ternero e invernada muestra un mercado en transición, pero aún sin señales de un cambio brusco de fase ganadera. Hoy se necesitan 1,3 kilos de novillo para comprar 1 kilo de ternero, cuando en épocas de plena retención la relación superaba 1,45. En vientres, la proporción actual de 440 kilos de novillo por una vaquillona preñada es inferior a la de fases de retención pasadas.
El maíz, insumo clave, presenta una relación favorable para la producción de carne, apenas por debajo de los niveles de 2014/15. Sin embargo, la capacidad de compra de los salarios respecto de la carne se deterioró en comparación con el período 2011-2019, lo que limita el mercado interno.
El consumo anual se mantiene en torno a los 48/50 kilos por habitante, mientras que las exportaciones aparecen como el gran motor para sostener la demanda. El gasto en carne vacuna creció un 15% interanual en la primera mitad de 2025, aunque condicionado por la inflación.
Los analistas sostienen que el factor determinante para un verdadero cambio de fase será la rentabilidad de la cría. Para retener vientres se necesitan recursos forrajeros, hoy deteriorados por adversidades climáticas. Reconstruir esa base forrajera demanda tiempo y capital, en un contexto donde el 87% de los establecimientos depende del flujo de ingresos de su propia explotación.
En conclusión, la ganadería argentina se encuentra en un punto de inflexión. Si bien los fundamentos muestran un futuro promisorio, el verdadero “boom ganadero” solo será posible si antes se concreta un “boom forrajero”, que provea los recursos necesarios para sostener un aumento genuino y sostenido en la producción de carne.
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