El INTA destacó que el 40% de la producción de granos en la Argentina se conserva en silobolsas, un sistema flexible, económico y hermético que ya se utiliza en más de 30 países. La tecnología incluso se aplicó en Ucrania para paliar la crisis de almacenamiento provocada por la guerra.
La Argentina, pionera en el uso del silobolsa para el almacenamiento de granos, marcó un hito: hoy entre el 40 y el 50% de su producción, unas 55 millones de toneladas anuales, se conserva con este sistema. Su flexibilidad, bajo costo y eficiencia logística lo convirtieron en una herramienta clave para la postcosecha y una innovación que traspasó fronteras.
En la octava edición del Agrievolution Summit 2025, Ricardo Bartosik, investigador de INTA Balcarce, destacó que las silobolsas no solo resuelven problemas de capacidad de acopio, sino que también funcionan como una herramienta financiera para los productores. “Es un sistema hermético, temporal y económico que garantiza la conservación de granos y forrajes por largos períodos”, explicó.
La tecnología se basa en bolsas de polietileno de 9 a 12 pies de diámetro y hasta 60 metros de largo, capaces de almacenar unas 200 toneladas de trigo por unidad. Su hermeticidad genera un ambiente con bajo oxígeno y alto dióxido de carbono, lo que reduce la actividad de insectos y hongos y asegura la calidad de los granos. Ensayos en Argentina, Brasil, Australia y Estados Unidos demostraron que los granos secos pueden mantenerse sin cambios durante un año completo.
Según Bartosik, este desarrollo argentino no solo resolvió necesidades internas, sino que se convirtió en un producto de exportación. Hoy se utiliza en países de Europa, Asia y África, y se lo puede encontrar bajo la nieve en Rusia, con trigo en Italia o en campos de Tanzania y Suecia. Detrás de esta expansión hay un verdadero clúster nacional integrado por seis fabricantes, INTA, universidades y más de 40 empresas que producen accesorios y maquinaria especializada.
Sebastián Calderón, de Cafma, resaltó el potencial internacional del sistema: “Desde la Argentina podemos ofrecer una solución importante a los países con problemas de almacenamiento. Estamos trabajando en equipo con Cancillería, INTA y las empresas para posicionar la tecnología en el mundo”.
El impacto más visible de esa cooperación se dio en Ucrania, donde la guerra destruyó gran parte de la capacidad de almacenaje. Josef Kienzle, especialista de FAO, recordó que se necesitaban soluciones urgentes y que el silobolsa argentino permitió cubrir cuatro millones de toneladas, un 25% del déficit nacional. “Requirió 30.000 bolsas, equipos de carga y transporte, pero fue parte de la respuesta inmediata”, explicó.
Además de los beneficios coyunturales, el sistema se proyecta como una ventaja estratégica. En el caso del maíz con mayor humedad, estudios demostraron que puede conservarse hasta 180 días sin perder calidad. Para la FAO y para la industria argentina, esta característica lo convierte en una herramienta adaptable tanto en emergencias como en planificaciones de largo plazo.
“Todos entendimos que debíamos salir al mundo en equipo, con bolsas, máquinas y conocimiento”, sintetizó Lucía Martínez, fabricante de maquinaria y miembro de Cafma. Esa combinación de innovación tecnológica, respaldo científico y articulación público-privada es la que hoy impulsa al silobolsa argentino a consolidarse como una solución global para los desafíos del almacenamiento de granos.
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