El índice de confianza del agro volvió a caer y marca un deterioro en las expectativas del sector hacia el Gobierno. Productores cuestionan la falta de reglas claras, la continuidad de las retenciones y el clima de incertidumbre.
La relación entre el Gobierno nacional y el campo parece entrar en una etapa de desgaste. A pesar de que el presidente Javier Milei considera al agro como uno de sus principales aliados, los números revelan una confianza en franco retroceso. Así lo muestra la última edición del Ag Barometer Austral, el índice que mide el ánimo del productor cada dos meses.
El relevamiento, elaborado por la Universidad Austral sobre más de 400 productores, arrojó una caída general del 5% respecto a marzo. Pero lo más preocupante es el deterioro en las expectativas futuras: la mirada del campo sobre lo que vendrá se desinfla, y la inversión queda en pausa.
“Lo que vemos es una pérdida de confianza en el mediano y largo plazo. El productor siente que no hay condiciones para invertir”, señaló Carlos Steiger, director del Ag Barometer Austral. La principal queja: la falta de reglas de juego claras y sostenidas.
Uno de los ejes de esa desconfianza sigue siendo la cuestión impositiva. La no continuidad en la rebaja de retenciones a la soja y al maíz fue leída como una señal de ambigüedad, que minó el ánimo de un sector que exige previsibilidad para comprometer recursos.
En este contexto, el Índice de Expectativas de Inversión cayó 8,5% en apenas dos meses y acumula un derrumbe del 32,5% desde noviembre de 2024. Hoy se ubica en apenas 75 puntos, y un 63% de los productores considera que no es un buen momento para invertir en el campo argentino.
Steiger es contundente: “El productor necesita rentabilidad, pero también marcos estables por al menos cinco años. Sin eso, nadie apuesta a maquinaria ni tecnología”.
Retenciones y contexto global: dos golpes al bolsillo
A nivel internacional, el escenario tampoco ayuda: las tensiones bélicas en Medio Oriente y la imprevisibilidad de la política exterior de Estados Unidos están sembrando volatilidad en los mercados. Pero en el plano local, el campo señala con claridad a la política económica del Gobierno como principal foco de incertidumbre.
La permanencia de las retenciones, los costos logísticos crecientes, el deterioro de la infraestructura y las tasas reales en pesos son factores que golpean la rentabilidad. Y lo más grave es que esos problemas estructurales no han sido abordados con decisión por la administración Milei.

“Los países con los que competimos no tienen este nivel de presión impositiva. La productividad nos sostiene, pero con márgenes cada vez más ajustados”, explicó Steiger.
El informe también destacó un fenómeno que muestra la pérdida de confianza: mientras al principio de la rebaja temporal de retenciones solo un 28% de los productores realizó ventas anticipadas, en junio el 72% ya había liquidado stock, previendo que el beneficio no sería prorrogado.
Aún así, un 7% de los encuestados mantiene la esperanza de que Milei elimine definitivamente las retenciones tras las elecciones legislativas de octubre. Para Steiger, esa ilusión “no está basada en hechos concretos, sino en expectativas que el Gobierno no termina de respaldar”.
La encuesta también indagó sobre las decisiones para la próxima campaña de trigo 2025/26. El 86% de los productores no modificó su plan de siembra, pese a la baja en los precios internacionales. Esto muestra que, incluso con márgenes acotados, el productor mantiene su lógica productiva.
En el caso de los arrendamientos, el 71% reportó que no hubo variaciones. “Se sigue sembrando, se sigue alquilando, pero con la guardia alta y la billetera cerrada”, resume el estudio.
“El productor argentino es resiliente, pero no puede sostenerse solo con voluntad. Se necesita una política agrícola coherente y duradera”, insistió Steiger.

Ganadería: el único sector con señales alentadoras
En este panorama, la ganadería aparece como una excepción. El informe detecta un repunte en las expectativas gracias al aumento sostenido de los precios internacionales de la carne vacuna. Según datos de la FAO, mayo marcó el valor más alto en años, y eso ya impacta en el mercado local.
A pesar de que los volúmenes exportados se redujeron, los precios lograron compensar la caída, generando cierto entusiasmo en el sector cárnico. Se vislumbra, incluso, una posible reactivación en la inversión, con retención de vientres y mejoras en infraestructura.
“El stock ganadero actual ronda los 52 millones de cabezas, lejos del récord de 60 millones de 2007. Recuperar volumen es vital para abastecer el mercado interno y aprovechar la demanda global”, explicó Steiger.
Así, mientras gran parte del agro se muestra cauto y desencantado, la ganadería podría ser la carta que le queda al Gobierno para recuperar algo de crédito frente al campo. Pero sin una señal clara desde Balcarce 50, ni siquiera el rebrote ganadero alcanzará para revertir la desconfianza que se consolida entre los productores del NEA y todo el país.
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