Autoridades y trabajadores del INTA refuerzan su reclamo frente a posibles recortes y cambios que podrían afectar su rol en el desarrollo agropecuario argentino.
El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) se encuentra en una etapa de fuerte movilización interna y externa, con la participación de autoridades, técnicos y trabajadores que expresan su preocupación por el futuro del organismo. La inquietud se centra en la posibilidad de una desarticulación progresiva ante señales del Gobierno nacional que generan incertidumbre.
La tensión creció luego de las declaraciones del director nacional del organismo, Ariel Pereda, quien se mostró crítico con el asesor presidencial Federico Sturzenegger. El malestar se hizo extensivo a todos los niveles del INTA, desde las máximas autoridades hasta los jefes de las Agencias de Extensión Rural, pasando por directores regionales y de estaciones experimentales.
En ese contexto, ayer se llevó a cabo la cuarta Asamblea Virtual de Consejos Locales Asesores, donde participaron productores, profesionales, técnicos y trabajadores del ámbito agropecuario. También estuvieron presentes representantes de la Mesa Agroalimentaria, quienes respaldaron la defensa del INTA como un actor clave para el desarrollo del campo argentino.
Durante la reunión se acordó avanzar con acciones concretas para visibilizar el conflicto y reclamar por la continuidad del organismo en su formato actual. Los participantes coincidieron en la importancia estratégica del INTA para acompañar la producción en todo el país, con enfoque en el desarrollo sustentable, la ciencia aplicada y la transferencia tecnológica.
Reclamos coordinados y temor a un vaciamiento
Entre las medidas definidas, se resolvió que los trabajadores del INTA participarán en las movilizaciones que se realizan cada miércoles junto a otros organismos públicos como el Conicet, el INTI y el Hospital Garrahan. El objetivo es consolidar un frente común ante lo que consideran un avance del ajuste sobre la estructura del Estado.
También se planteó la necesidad de mantener reuniones con legisladores nacionales, en especial los que integran las comisiones de Agricultura y de Ciencia y Técnica, para plantear la situación crítica del instituto. Paralelamente, se impulsarán encuentros provinciales con referentes políticos y sociales para exponer los riesgos que enfrenta el INTA.
Uno de los puntos que más preocupación genera es la posible implementación de un nuevo plan de retiros voluntarios, sumado a la falta de definiciones sobre el rumbo institucional y el perfil político de algunas designaciones. Desde los trabajadores se advierte que estos factores podrían derivar en una pérdida de capacidades técnicas y operativas.
El clima interno refleja una creciente tensión. Muchos trabajadores consideran que hay una intención deliberada de debilitar al INTA, desconociendo su trayectoria y el aporte histórico a la ciencia aplicada al agro. “Se pone en riesgo un sistema federal de investigación que tardó décadas en construirse”, sostuvo un técnico del Litoral.
Mientras tanto, las actividades del organismo continúan en todo el país, aunque con un marcado espíritu de resistencia. La movilización de sus integrantes, desde la conducción hasta las bases, marca un escenario de disputa por el futuro de una de las instituciones más reconocidas del agro argentino.
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